La alquería andalusí de Bolbaite disponía de un castillo-refugio de tapial, con torre cuadrangular y albacar o recinto anexo, construido en el siglo XII y rendido en el XIII a las tropas de Jaime I de Aragón. Durante los siglos XIII al XV fue fortaleza de carácter feudal, residencia del alcaide o representante del señor y almacén para la parte de las cosechas que este recibía de los vasallos musulmanes. Además, cumplía un papel estratégico durante las guerras contra Castilla (década de 1360, 1429-1430), que obligaron a reforzarlo con torres de sillares y otros elementos.
La transformación del alcázar islámico de Bu-l-Báytar en castillo gótico debió coincidir con la primera Guerra de Castilla, por los años 1357-1364. Se alzaron nuevas torres y se reforzó el muro perimetral con paramentos de sillería. Además, se cerró el patio y se lo dotó de escalera (reemplazada después por la del 1500), y se construyeron dos niveles con estancias en la torre maestra y el ala este, para almacenes y habitación de los señores y del alcaide. También se dispuso una capilla (precedente de la de 1500), que estuvo en uso hasta 1384, cuando el obispo decretó que los pocos cristianos del lugar bajasen a oír misa a Chella. El detallado inventario de 1417 refiere la existencia de una bodega con lagar, almazara, dormitorio de escuderos, sala señorial, horno y cocina; torre mayor con calabozo abajo y sala noble arriba, y cámara y recamara en el desván. Fuera de la torre mayor, un porche y la habitación del porche. Protegía el acceso al recinto superior la Torre Ferrissa, con su puerta forrada de hierro (ferrissa en valenciano), granero abajo y armas de fuego en la cambra d’amunt.
Dicho inventario lo mandó hacer doña Maria d’Urries i de Vilaragut, que acababa de enviudar de Pere Marrades, el señor. Albergaba la fortaleza un rico mobiliario, decoración textil, obras de arte y armas variadas. El documento define a los Marrades de Bolbaite como una saga de caballeros cruzados, pertrechados de ballestas, caballos, escaleras, mesas de campaña, etc., para guerrear desde Castilla contra Granada, al servicio de Fernando I de Trastámara. El alcaide, los escuderos y muchos de los objetos del castillo eran de origen castellano. Los Marrades, caballeros de Valencia, gente de ciudad, conservaban sin embargo el apego por los ornamentos heráldicos y por la tradición caballeresca del pleno medioevo.
En el último cuarto del siglo XV y la primera mitad del XVI fueron dueños de Bolbaite los Cabanyelles/Vila-rasa, gobernadores del reino de Valencia, tras haberlo adquirido en 1475, de Martí Fabra, don Lluís I de Cabanyelles, alias Vila-rasa. Este y su hijo y sucesor, Lluís II de Vila-rasa i Gallac, señor de Bolbaite de 1503 a 1524, reformaron en estilo gótico-renacentista del Castillo-Palacio en dos fases (1475-1490 y 1503-1510). En la primera, se reemplazó la escalera gótica del patio por otra del mismo estilo, pero más espectacular; se pavimentó; se diseñó una caprichosa escalera de caracol para subir a los niveles altos de la torre maestra y se cegaron arcos góticos. En la segunda fase, en la que intervino el prestigioso mestre d’algeps setabense Lluís Munyós, se diseñaron puertas de yesería gótica, techos de revoltones policromados al estilo “romano” (renacentista), bóvedas con veneras y motivos a candelier, etc. De este tiempo es la decoración de la capilla y el brocal instalado sobre el antiguo aljibe islámico.
El absentismo de los posteriores señores de la baronía, en los siglos XVI al XIX, contribuyó al deterioro de un edificio dañado por el diluvio de 1864 y vendido por los herederos del marqués de Manfredi a un terrateniente en 1868. Un segundo burgués lo adquirió en 1876 para desmantelarlo y venderlo a piezas. En 1896, prácticamente no quedaba nada en pie. Desde entonces y durante todo el siglo XX, eruditos locales e historiadores del arte lamentaron el expolio del Palacio y su estado de ruina. La situación se prolongó hasta principios de este siglo, cuando el Ayuntamiento de Bolbaite inició la ardua tarea de planear intervenciones de consolidación de muros, excavaciones arqueológicas y muestras museográficas que devuelven al edificio histórico un gran valor como monumento sin igual en la comarca, y como recurso turístico.
Destaca en particular la adecuación de una de las salas del Castillo-Palacio como Centro de Interpretación. En realidad, se trata de un precioso museo, que exhibe los tesoros de piedra, yeso, cerámica…, recuperados en las obras de rehabilitación, y que explica divulgativamente la importancia histórico-artística del inmueble.
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