El término municipal de Millares atesora un rico legado patrimonial en forma de pinturas rupestres en abrigos rocosos, realizadas por los primeros agricultores, los hombres y mujeres del Neolítico. Dedicados a tiempo parcial a la recolección y, sobre todo, a la caza con arco, se apropiaron simbólicamente del territorio local sacralizando los lugares donde descansaban y hallaban refugio con figuras y escenas pictóricas propias de los horizontes gráficos Levantino (8000-4000 aC) y Esquemático (4500-1500 aC aproximadamente). Todas estas representaciones, como el resto de muestras del Arte Rupestre del Arco Mediterráneo de la Península Ibérica, fueron declaradas por la UNESCO, en 1998, Patrimonio Mundial de la Humanidad. De hecho, Millares cuenta por ahora con trece de estos yacimientos identificados y estudiados, constituyendo, junto con los pueblos próximos del Macizo del Caroig, una de las más representativas muestras de arte rupestre, por su número y su calidad, de la Península Ibérica. Entre los trece abrigos, destacan los de Vicent, Roser y Chorradores.
En el bautizado como Abric de Vicent hallaron cobijo, hace entre 7.000 y 6.000 años, las primeras comunidades neolíticas que colonizaron la región. Aquí plasmaron su peculiar cosmogonía imaginaria, poblada por arqueros en acción, mujeres estilizadas y animales de diversas especies, a veces entrelazados visualmente formando escenas. Este abrigo, situado en el barranco del Tambuc, a pesar del reducido número de figuras que contiene, ejemplifica las principales constantes del arte rupestre regional. Destaca a viveza de la expresión presente en dos escenas de caza, en una de las cuales el cazador solitario va siguiendo el rastro de sangre dejado por una cabra herida. El animal, ya moribundo, se resiste trágicamente a perder la vida. En la otra escena, un grupo de arqueros rodean en círculo un ciervo y le apuntan con sus flechas.