Arte rupestre: Abrigo de Voro (Quesa)

Entre el Mesolítico y la consolidación en la Canal de la revolución agrícola del Neolítico (9000-4500 aC), habitaron el Macizo del Caroig, en el que se incluye la cuenca quesina del Río Grande, activas comunidades tribales de arqueros cazadores. Eran nómadas que se desplazaban por estas montañas atraídos por su abundancia de agua y de especies cinegéticas. Fueron ellas y ellos quienes, en diferentes fases cronológicas, hicieron uso de paredes y techos de los abrigos rocosos de la zona para plasmar, con sentido ritual o transcendente, escenas de caza y animales, recolección de miel, vida cotidiana, figuras antropomorfas estilizadas, etc., propias del Arte Rupestre Levantino; junto con otras representaciones de carácter esquemático o abstracto.

Quesa cuenta, en el Abrigo de Voro, con uno de los testimonios más conocidos de este arte, reconocido por la UNESCO como Patrimonio Mundial de la Humanidad desde 1998. Estudiado por primera vez en 1972 por Salvador (Voro) Gómez Bellot, se trata de una cornisa de roca caliza de 20 m de longitud, que protege una oquedad (1,50/2 m de altura y una profundidad semejante) utilizada como lugar de reunión en la Prehistoria. Se localiza en el margen izquierdo del Río Grande, en la Loma del Lobo, y cuenta con una valla de protección renovada en 2013. Se visita acompañado de guía.

Los arqueólogos han identificado en el Abrigo de Voro hasta 70 figuras, muchas de ellas combinadas formando escenas, que ornamental la pared y el techo del abrigo: arqueros en distintas posiciones, mujeres, cabras y ciervos. El grupo de mayor interés lo constituyen un grupo de cuatro arqueros representados con todo detalle, llevando arcos y flechas, vestidos con adornos y con diferentes tipos de tocado. Por su alineamiento y actitud en marcha o avance sincronizado hacia la izquierda del espectador, se interpretó hace algunas décadas que podría haberse querido representar una danza ritual. Sin embargo, la contextualización temática y cronológica de la escena con otras del mismo Macizo que representan episodios bélicos, ha inducido a los expertos, en la pasada década de 2010, a definir la escena como un “desfile de guerreros”.